sábado, 27 de octubre de 2012

Paul Feyerabend (1924 -1994)



Es una de las figuras más atractivas y controvertidas de la filosofía de la ciencia contemporánea. Sus dos libros principales, Contra el método y La ciencia en un mundo libre son ya obras clásicas; sus numerosos y extensos artículos son lectura obligada para todo el que quiere estar bien informado sobre lo que ocurre hoy en el campo, y su estilo literario es claro, ingenioso y seductoramente agresivo, sobre todo cuando responde a sus críticos. De acuerdo con sus notas autobiográficas Feyerabend nunca estudió formalmente filosofía de la ciencia; sus intereses como estudiante fueron, en orden cronológico y de importancia, el teatro, la física y la astronomía. Educado en Alemania fue testigo de la  reacción post-nazi (cuyos excesos no eran muy diferentes a los cometidos por los propios nazis) y conservó un profundo interés en el análisis de los factores que de una u otra manera pueden contribuir a limitar la libertad del individuo y la sociedad. Feyerabend estudia historia en Viena, pero al mismo tiempo se interesó en la física y la astronomía, así como en la filosofía.

Fue miembro fundador del Círculo de Kraft, un club-filosófico formado alrededor de Viktor Kraft, quien había sido miembro del Círculo de Viena. En esta ciudad también conoció al físico Felix Ehrenhaft, quien lo impresionó por su capacidad para adoptar posturas antiortodoxas, lo que años más tarde se convertiría en la especialidad de Feyerabend.  Conoció a Popper en 1948, se impresionó mucho con él  pero muy poco con sus teoría, en 1950 trabajaron juntos una temporada, se asoció con Lakatos, con el que sostuvo un debate continuo y planearon escribir un libro juntos sobre "racionalismo"; desafortunadamente, la muerte prematura de Lakatos suspendió el debate e impidió que el libro planeado se terminara; lo que al final se publicó fue la parte "antirracionalista" de Feyerabend, que es Contra el método. Además, en ese tiempo Feyerabend fue nombrado conferencista de filosofía de la ciencia en la Universidad de Bristol, lo que aprovechó para ampliar sus estudios de mecánica cuántica.
A diferencia de otros filósofos contemporáneos de la ciencia, Feyerabend no tiene mucho que decir, o sea que sus intereses son relativamente estrechos, pero dentro de ellos lo que dice resuena con el doble impacto de la razón y de la elocuencia. En relación con el método científico, Feyerabend se declara anarquista: históricamente no hay nada que pueda identificarse como un método científico, el examen más crítico y riguroso de la ciencia contemporánea tampoco lo identifica, y el balance analítico de sus consecuencias futuras (si se promoviera) sería terriblemente negativo para la ciencia misma, para la libertad del individuo y para la estructura de la sociedad.

Feyerabend postula y defiende el libre acceso del individuo a todas las opciones posibles (tradicionales o contemporáneas, absurdas o racionales, emotivas o intelectuales) para alcanzar el conocimiento. Su postura lo lleva a ciertos excesos, como exigir igual atención y respeto para la ciencia, la astrología, la medicina tradicional o el vudú. En común con muchos otros autores contemporáneos, identifica a la ciencia de nuestro siglo como el equivalente de la religión durante el medievo. Pero a diferencia de los mismos autores, Feyerabend no concibe a la ciencia como una superación de las estructuras dogmáticas de esos tiempos sino simplemente como una opción alternativa, igualmente irracional y autoritaria, que finalmente triunfó no por su mayor coherencia lógica sino por su mejor rendimiento tecnológico.
En el capítulo I de su libro Contra el método dice:
Queda claro, entonces, que la idea de un método fijo, o de una teoría fija de la racionalidad, descansa en una imagen demasiado simple del hombre y sus circunstancias sociales. Para aquellos que contemplan el rico material proporcionado por la historia y que no intentan empobrecerlo para satisfacer sus instintos más bajos o sus deseos de seguridad intelectual en forma de claridad, precisión, "objetividad" o "verdad", estará claro que sólo hay un principio que puede defenderse en todas las circunstancias y en todas las etapas del desarrollo humano. Este principio es: todo se vale.

A continuación, Feyerabend procede a señalar que el principio enunciado aconseja ir en contra de las reglas; por ejemplo, ante los empiristas que creen en la inducción (los científicos que consideran que son los hechos experimentales los que deciden si sus teorías son correctas o incorrectas) debe procederse en forma contraintuitiva, o sea que deben construirse hipótesis que contradigan de manera flagrante y abierta las teorías más aceptadas y confirmadas, o que se opongan a los hechos más contundentes. Sólo así se logrará mantener la frescura y el avance de la ciencia.
Sostenía que la ciencia está más cerca de la mitología de lo que la filosofía de la ciencia estaría dispuesta a admitir. Es solamente una de las muchas formas de pensamiento desarrolladas por el hombre, y ni siquiera necesariamente la mejor. Es conspicua, ruidosa e impúdica, y además sólo es intrínsecamente superior para aquellos que se han decidido previamente a favor de cierta ideología, o que la han aceptado sin antes examinar sus ventajas y sus límites. Y como la aceptación o el rechazo de ideologías debe ser un asunto individual, la separación del Estado y la Iglesia debe suplementarse con la separación del Estado y la ciencia, que es la institución religiosa más reciente, más agresiva y más dogmática. Tal separación podría ser nuestra única oportunidad de alcanzar la humanización de que somos capaces pero que nunca hemos realizado en su totalidad.

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